España exige reciprocidad al Reino Unido en uno de los aspectos más sensibles de Brexit: el trato a sus inmigrantes. El gobierno español ha aprobado urgentemente una ley para proteger los derechos de los 365.967 británicos que residen oficialmente en el país, pero aún no se han establecido mecanismos similares en el Reino Unido para los españoles que han hecho de ese país su hogar. El ministro de Asuntos Exteriores en funciones, Josep Borrell, ya ha transmitido esta preocupación al Gobierno británico del primer ministro Boris Johnson, y ha advertido que, si no se produce un movimiento equivalente desde el Reino Unido cuando el país abandona la Unión Europea, el marco español para los residentes británicos decaerá.
La reciprocidad es necesaria. Y la reciprocidad no puede garantizarse en medias tintas: está ahí o no está.
LUIS MARCO AGUIRIANO, SECRETARIO DE ESTADO ESPAÑOL PARA LA UE
El futuro de más de medio millón de personas -los 365.967 británicos que viven oficialmente en España y los 180.000 españoles que residen en el Reino Unido- dependerá de la forma en que se consuma el divorcio entre Londres y Bruselas. Tanto los gobiernos del primer ministro interino Pedro Sánchez del Partido Socialista (PSOE) como el de Boris Johnson del Partido Conservador han dicho que quieren preservar los derechos de este colectivo, pero las fórmulas utilizadas difieren. El Reino Unido ha establecido un régimen general para todos los ciudadanos de la Unión Europea -entre ellos los españoles- que, con algunos matices, congela la gama de derechos de que disfrutan actualmente en virtud de las normas de la Unión Europea. El mecanismo consta de dos categorías: El «estado de asentamiento», con condiciones muy generosas, y el llamado «estado de preasentamiento», que conlleva menos derechos. Las cifras oficiales del Reino Unido muestran un descenso en la proporción de ciudadanos que entran en la primera categoría. En abril de este año, cuando el sistema comenzó oficialmente, el 66% de los solicitantes recibieron el estatus de asentados. Hoy en día, el porcentaje se ha reducido al 57%.
España ha optado por una ruta diferente. En marzo, el gobierno aprobó una ley por decreto real que entró en gran detalle para cubrir una posible «Brexit dura», es decir, la caída del Reino Unido del bloque sin llegar a un acuerdo. Esta legislación abarca casi todas las facetas de la vida cotidiana de los ciudadanos, incluido el reconocimiento de títulos universitarios y permisos de conducir, así como la cobertura sanitaria y los permisos de trabajo. También garantiza, con algunas limitaciones, la continuidad de la actividad de las empresas británicas que operan en España.
El actual ministro británico de Brexit, Steve Barclay, se reunió la semana pasada en Madrid con el ministro de Asuntos Exteriores español Josep Borrell. Los derechos de los ciudadanos, uno de los elementos más simbólicos de Brexit, fueron una parte clave del debate. Barclay agradeció la ley aprobada por España, que es el país elegido por la mayoría de los británicos que optan por vivir en la UE. Pero Borrell advirtió al ministro que estas condiciones ventajosas sólo se mantendrán si son recíprocas, punto de vista sobre el que la delegación británica solicitó aclaraciones.
«Les hemos dicho que nuestro decreto real garantizará que todo siga igual en el caso de un Brexit sin acuerdo», dijo Luis Marco Aguiriano, secretario de Estado español para la UE, que participó en la reunión con el ministro británico el pasado jueves. Hablando con EL PAÍS por teléfono, añadió: «Pero para ello es necesaria la reciprocidad. Y la reciprocidad no puede garantizarse a medias: o está ahí o no está».
Con el fin de clarificar toda la letra pequeña, ambas partes se reunirán de nuevo en la primera semana de octubre.
Desde el principio, el decreto real incluye esa condicionalidad. El artículo dos de la legislación establece que si, en el plazo de dos meses, las autoridades británicas no conceden un «trato recíproco» a los ciudadanos y empresas españolas, «se suspenderán las medidas contempladas[por el texto legal]». Aguiriano señaló este requisito y advirtió que el Reino Unido no lo ha cubierto actualmente por ley.
En respuesta, las autoridades británicas han dicho que su plan para ampliar los derechos de los ciudadanos de la UE que ya viven en el país garantiza las condiciones que cubre el decreto español. El plan de Londres incluye el derecho a trabajar, a utilizar el sistema sanitario, a tener acceso a la educación, a recibir prestaciones como pensiones y a pasar tiempo fuera del Reino Unido, aunque con un límite de cinco años, tras los cuales se perdería el «estatuto de asentado». Fuentes diplomáticas sostienen que no se pueden buscar coincidencias exactas entre los dos textos, pero añaden que se han cumplido los requisitos exigidos por el gobierno español. «Aunque puede que haya algunos elementos que requieran un mayor desarrollo, por nuestra parte consideramos que se ha cumplido», argumentan fuentes británicas.
Con el fin de aclarar toda la letra pequeña, ambas partes se reunirán de nuevo en la primera semana de octubre. En esta ocasión, no estarán presentes los representantes políticos, sino los responsables de los niveles más técnicos. El objetivo es aclarar en la medida de lo posible la incertidumbre sobre Brexit, que actualmente está previsto que tenga lugar el 31 de octubre. Por ahora no hay garantías de que la salida se produzca con un acuerdo entre Londres y Bruselas.
Aparte de la cobertura que ofrece, el plan británico para obtener la residencia permanente después de Brexit no es automático. Un total de 86.400 españoles han solicitado este estatus de protección desde el 31 de agosto, según datos del gobierno británico. Esto representa casi el 7% de todas las solicitudes europeas, lo que convierte a los residentes españoles en el quinto colectivo más numeroso. El Ministerio de Asuntos Exteriores calcula que de este grupo, alrededor de 70.000 ya han obtenido el estatus de asentado, un alto porcentaje (81%), pero no exhaustivo.